Paseaba en su soledad,
vaga de entusiasmo,
con un recuerdo,
clavado en la espalda,
como una puñalada,
y desangrándose en su pena,
miraba al horizonte,
y no veía el sol,
ni el cielo,
ciega de angustia,
llenos sus ojos de lágrimas,
fueron creando otros mares,
y la esperanza pudo salir a flote,
aunque la soga de ese recuerdo,
le apretaba el cuello,
pudo salir la voz,
y con su voz otra vez el viento,
su sangre hizo brotar la vida,
y otra vez de nuevo,
volvió a confiar,
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