Volví a buscar,
en este laberinto de paredes de papel,
mis salidas.
En esta vieja mesa de madera
con la beta abierta y restos de cenizas de chimenea entre sus cauces, posé mi lápiz de punta de carbón y eché leña al fuego,
no salía nada...
Tan solo silencio entre crujidos de resina a alta temperatura...
embelesado con las llamas, llamé a mis infiernos, a esos miedos que solo se escriben en lugares secretos los cuales jamás se pudieron conocer...
(Por un momento ardieron)
fui un valiente por unos segundos y comencé a escribir la carta.
Le conté que ya no volvería ,
que la guerra a la que fui sin querer nunca fue mía, que sin saber ni dónde estaba ya no tenía ganas de encontrarme,
le escribí a lápiz un "no te olvidaré",
que con el tiempo se desgastaría,
le grité (sin dar voces) que nunca quise matar a nadie y que lo único que había sentido era algo parecido a un suicidio fallido.Rematé la famosa carta contándole que mi libertad ya nunca volaría por que mis pies llenos de barro ya no quieren pisar asfalto y que mi corazón cargado de amor no quiere ver más odio...
Enrolle la carta le puse una goma y la tire a la chimenea.Esa noche vi como ardía el lado más oscuro de mi alma, como mis infiernos se convertían en cenizas que quizás acabarían en esta vieja mesa donde alguien escribirá algún día sus miedos o simplemente apoyará los codos mientras mira las llamas de otro hermoso fuego...
jueves, 27 de julio de 2017
El Fuego ermitaño
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